No se puede entender un país si no se conocen sus orígenes. Si no
existen explicaciones claras sobre sus atavismos, adoleceremos de una
lectura correcta sobre sus tendencias.
Y el Perú, nuestro amado país, requiere ser entendido a cabalidad si
queremos opinar sobre su futuro. El pasado ejerce una gran influencia
sobre el presente. Y tal como escribió Alexis de Tocqueville en 1835,
"en el nacimiento de las Repúblicas está la explicación de su
comportamiento en la adultez".
Identidad nacional
Más allá de nuestro plausible nacionalismo, es necesario reconocer que
nuestros próceres se preocuparon por fundar una República antes de
consolidar una Nación. Razón por la cual tenemos una Identidad
Nacional en ciernes.
A través de los años, la clase política del país se preocupó por
construir un sistema político impuesto de arriba hacia abajo y asimiló
el perfeccionismo de ese sistema colocándolo a la fuerza sobre una
población que hasta hoy no logra comprenderlo.
Pero cuando el ser humano no comprende algo, reacciona rechazándolo o
escabulléndose. El sistema no podía ser rechazado porque el pueblo no
era consciente de su poder para hacerlo. Entonces, quedaba expeditivo
el camino de la desconexión: la informalidad ya tenía partida de
nacimiento.
Sin derechos laborales
Hoy, más del 70% del número de transacciones económicas se hace fuera
del sistema formal. El 98% del total de empresas en el país son
pequeñas y microempresas; de ellas, solo el 20% son formales. Pero
este sector emplea a siete millones de peruanos, 60% de los cuales no
tiene derechos laborales. El 30% de peruanos económicamente activos se
dedica a la agricultura, pero solo 35% de ellos tiene sus propiedades
legalmente registradas.
Ese es nuestro país. No reconocerlo es mirarlo a través de un cristal
deformante. Fatalmente, este es el cristal a través del cual lo han
visto todos los gobernantes desde 1821. Y la clase política nunca tuvo
interés visible sobre nuestro destino colectivo. Sus afanes fueron
otros. La captura del poder para convertirlo en truculentos negociados
fue su más cara conquista.
Fariseísmo internacional
Las manos sucias y los bolsillos ávidos siempre corrompieron. Hoy, más
de mil millones de nuevos soles anuales que nos pertenecen a todos van
a parar a esos bolsillos. La clase política, despreocupada por
capacitarse para ejercer el poder, navegó entre lo equivocado y lo
intrascendente. Aquí radica nuestra tragedia y el valioso tiempo que
hemos perdido desde los albores de la República.
Un fariseísmo internacional se ha encargado, por conveniencia, de
bendecir nuestra economía formal. El Fondo Monetario Internacional,
creado para garantizar el pago de las deudas externas, monitorea solo
el 30% de las transacciones comerciales y financieras del país. Y es a
ese minoritario grupo de personas al que el Estado exige con mayor
avidez el pago de impuestos sobre propiedades, rentas y transacciones.
El 70% restante ha creado sus propios mecanismos y vive soterrado, al
margen de lo legal. El Gobierno casi no lo controla y el FMI no lo
toma en cuenta.
¿Y el rol del Estado?
A partir de ideales sobre el sistema democrático, más que a partir de
la realidad, el país ha hecho y deshecho constituciones copiando
viejas tradiciones de países que han perfeccionado sus cartas
fundamentales conforme se han ido perfeccionando sus ciudadanos y sus
instituciones. El Perú aún no se ha dado cuenta de que los
imperialismos "no se dejan copiar".
Y esas leyes fundamentales se han orientado a crear derechos, como si
ellos no fueran preexistentes. Sin embargo, han eludido lo más
importante: asignar un rol al Estado. Sin él, se eximen
responsabilidades y el famoso contrato social suscrito entre
gobernantes y gobernados se trasforma en una ilusión.
Los Estados no crean ricos ni pobres por decreto, pero lo que sí
pueden hacer es mantenerse como gendarmes de la propiedad privada, al
puro estilo liberal ortodoxo, o generar el entorno favorable que los
agentes económicos necesitan para desarrollarse.
Es este segundo rol el que nos inspira. Y tal como dice Carlos Neves
Cristo, jefe del gabinete de Tecnología Industrial del Ministerio de
Desarrollo, Industria y Comercio Exterior del Brasil: "El rol del
Estado es ayudar a que las compañías cuenten con estándares de calidad
internacional. El Estado deberá apoyar a las pymes con tecnología,
investigación y búsqueda de mercados". En ese rol creemos.
Compromiso del Estado
Pero a contrapelo de liberales ortodoxos, nosotros le asignamos un
segundo rol: subsidiario. Y entende mos este concepto como el
compromiso que debe asumir el Estado para ejecutar aquellas
actividades que no le son atractivas a la inversión privada, pero que
son imprescindibles para ciertos segmentos de la población.
Creemos en la economía social de mercado, pero de competencia
imperfecta. A la vez, estamos convencidos de que en ese espacio de
ofertas y demandas no se resuelven todos los problemas del país.
Porque no es su razón de ser y porque allí priman los intereses de
grupo antes que los de la Nación.
Hagamos el esfuerzo por desentrañar nuestros orígenes como República.
Es en ese pasado que se encuentra la explicación de nuestros atavismos
presentes. Además, porque prescindiendo de ellos no se puede enhebrar
racionalmente nuestro tránsito hacia el futuro.
Megatendencia
Históricamente, los modelos económicos y los sistemas políticos han
tenido una relación directa hasta hoy. Para poner en práctica modelos
económicos en los que las mayorías no tuvieron ninguna atención del
Estado, este adoptó sistemas políticos despóticos. Y cuando la
economía se liberalizó, la democracia se convirtió en una
megatendencia. Este razonamiento es útil, porque nos permite avanzar
al siguiente paso: la implementación de un Estado promotor y
subsidiario, habida cuenta que el modelo económico no funcionó a favor
de las grandes mayorías.
Como un aporte al debate nacional, debemos analizar el misterio del
capital. Misterio que para nosotros es inexistente, porque el afán
acumulador del ser humano es consustancial con su naturaleza. Si bien
no es un secreto la existencia de activos, sí nos preocupa su
interrelación con el mercado para generar capital. Creemos en la
formalización, pero transitando por otros senderos.
Nuevo modelo
En un posterior esfuerzo divulgaremos las bases de un nuevo modelo
económico. Y creemos que esta nueva concepción debe insertarse
necesariamente en una nueva Constitución. Una reforma sería tan
profunda que la desnaturalizaría. Sería otra. Y de conformidad con
elementales conceptos de Derecho Constitucional, es preferible hacer
una nueva. El nuevo modelo se fundamenta en un Estado promotor y
subsidiario mediante el cual creemos que se puede alentar el
capitalismo popular, verdadero motor del desarrollo.
Interesarse en el país comienza por conocerlo. Es responsabilidad de
los políticos hacer este esfuerzo para, recién con este conocimiento,
participar en su futuro. Adolecemos de un proyecto nacional de largo
plazo que le dé un rumbo al país. Es a partir de él que los partidos
políticos deben elaborar sus respectivos planes de gobierno. Eso es lo
serio, eso es lo sensato.
Que la coyuntura no nos devore. Que las pasiones no nos enceguezcan.
Se hace necesaria una visión de estadista. Para que ella alumbre, el
interés nacional debe estar por encima de los intereses grupales
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MARCO ANTONIO ARRUNATEGUI CEVALLOS
DIRECTOR & ANALISTA POLITICO
REVISTA - JUSTO MEDIO
www.justomedio.com