La codicia es inherente a la naturaleza humana, particularmente a la
de los más ricos, y ella ha sido el motor de todas las crisis que ha
tenido que enfrentar la economía. Pero cada una de ellas, a pesar de
este rasgo común, ha tenido sus propias características, tal como la
historia se ha encargado de demostrar.
Es por ello que resulta inapropiada la similitud que algunos analistas
pretenden encontrar entre la Gran Depresión de los años 30 del siglo
pasado y la severa crisis financiera que afecta hoy a todo el planeta.
Sin embargo, debemos reconocer que deliberadas fallas humanas las
hicieron posible.
¿Fin del capitalismo?
Producidas ambas crisis, analistas ideologizados han vaticinado el fin
del capitalismo. Esto no sucedió en la década del treinta del siglo
pasado ni sucederá después que se supere la presente. Y es que, como
dijeran Bagaturia y Andreiev, el capitalismo tiene la virtud de
reinventarse después de cada crisis, además de contar con un poderoso
aliado: el Estado. Ese Estado que en la gran depresión de 1907 dispuso
el cierre de todos los bancos y prohibió el retiro masivo de los
depósitos para evitar una catástrofe, y hoy acude en defensa de las
entidades financieras inyectándoles fondos multimillonarios. Algunos
critican que ese Estado –al que en épocas de bonanza el
neoliberalismo, expresión holística del capitalismo, le niega
presencia en la economía– tenga un rol protagónico cuando el sistema
se encuentra en problemas. ¿Cuál sería la alternativa? ¿El colapso?
Muchos marxistas así lo desean, tal vez con la ilusa esperanza que el
mundo vuelva sus ojos al socialismo. Felizmente, nada de eso sucederá.
Antecedentes de la Gran Depresión
Tanto la actual crisis como la de 1929 se originaron en los EE.UU. y
se extendieron a todo el planeta. Esto demuestra la importancia
hegemónica de la economía norteamericana, la que a pesar de los
sombríos pronósticos seguirá siendo la más influyente en la economía
mundial.
La Gran Depresión de los años 30 no se puede comprender sin remontarse
a la crisis que la precedió, en 1907, cuando el Knickerbrocker Trust
Company, el tercer banco más importante de depósitos de Nueva York,
empezó a experimentar dificultades económicas que originaron un pánico
financiero en todo el sistema alentando a todos los impositores a
retirar sus depósitos. El Estado, en esa oportunidad, dispuso la
restricción de pagos y el cierre temporal de algunas entidades
bancarias.
Con la intención que la codicia no vuelva más a originar este tipo de
problemas, el Congreso Norteamericano aprobó la Federal Reserve Act
(Ley de Reserva Federal) el año 1913, concediéndole al Sistema de la
Reserva Federal resultante de la ley, la autoridad clave en materia
monetaria.
A pesar que gruesos errores del sistema sumieron a los EE. UU. en una
aguda, aunque corta, depresión en el periodo 1920-1921; la época
dorada se produjo, sin lugar a dudas, el resto de la década de los
veinte. A lo largo de estos años el FED actuó como un verdadero
volante de regulación, aumentandola tasa de crecimiento monetario
cuando la economía daba muestras de flaqueza y reduciéndola cuando
empezaba a crecer demasiado de prisa.
Sin embargo, Benjamín Strong, el banquero, primer director del Banco
de la Reserva Federal de Nueva York y artífice del auge, murió en
1929. Este hecho originó una lucha por el poder dentro del sistema
que, a su vez, debilitó la eficiencia del FED.
La Gran Depresión de 1929
Debilitados los controles, la Depresión comenzó el 24 de octubre de
1929, fecha conocida como Jueves Negro, cuando la Bolsa de Nueva York
se derrumbó, tal como afirma Milton Friedman.
A pesar que la actividad económica había alcanzado su punto máximo en
agosto de ese año, el desastre del mercado de capitales era inminente
debido a un alza especulativa insostenible. Producida la quiebra del
mercado, cundió la incertidumbre entre los hombres de negocios y las
demás personas.
Las pugnas entre el Banco de la Reserva Federal de Nueva York y el
Consejo de la Reserva Federal instalado en Washington se hicieron más
evidentes. Aunque este último impuso su disciplina, en vez de aumentar
con rapidez la oferta monetaria en un porcentaje superior al corriente
para compensar la contracción económica, el FED dejó que la cantidad
de dinero disminuyera lentamente a lo largo de 1930.
Cuando el Banco de los Estados Unidos estaba a punto de quebrar, el
sistema actuó para salvarlo mediante la concesión de un fondo de
garantía a partir de su fusión con otros bancos. El plan falló porque
el banco estaba dirigido por sus propietarios judíos y servía
principalmente a los intereses de esta comunidad. En el último
momento, la Cámara de Compensación de Nueva York se retiró del
esfuerzo de salvataje debido al sentimiento antisemita de algunos de
sus directores.
El FED, por los motivos expuestos, aquella vez no pudo cumplir la
misión para la que había sido creado. Este fracaso originó que el
Presidente Hoover escribiera en sus memorias: "Llegué a la conclusión
de que (el Consejo de la Reserva) era una caña demasiado débil para
que un país se apoyara en ella en tiempos difíciles". La debilidad e
ineficacia a las que se refiere han quedado demostradas, una vez más,
en la presente crisis, porque nadie podrá creer que la burbuja
ficticia de prosperidad que la antecedió no era de conocimiento
público. Demasiados analistas habían advertido que la baja sustancial
de la tasa de interés de 6% a 1% era una peligrosa decisión que se
convertiría en explosiva al proliferar indiscriminadamente los
préstamos hipotecarios sub-prime. El FED no podía desconocerlo, pero
no actuó en la forma debida. La codicia de banqueros y especuladores
pudo más.
Paralelismo político
Tal como ha sucedido en las recientes elecciones en los EE. UU., en
1932 se enfrentaron el republicano Herbert Hoover, quien intentaba la
reelección cargando como pasivo una gran depresión, y el demócrata
Franklin Delano Roosevelt, una cara nueva que irradiaba esperanza y
optimismo. Ganó este último y con él un "comité de cerebros" creado en
la residencia del Gobernador en Albany. Fueron ellos quienes
concibieron el New Deal que Roosevelt prometió al pueblo
norteamericano cuando aceptó la candidatura demócrata a la presidencia
del país.
La elección de Roosevelt significó un gran cambio en la percepción que
el público tenía del papel del Estado. Pasaron de creer en la
responsabilidad individual, el laissez faire y un Estado limitado y
descentralizado a defender la responsabilidad colectiva, la presencia
fuerte del Estado como regulador de la economía y una administración
centralizada y poderosa.
Este sentimiento cristalizó en la tesis del economista John Maynard
Keynes, que ahora cobra nueva vida ante el obligado reentré del Estado
para superar la gran crisis financiera que los banqueros y financistas
crearon con el silencio cómplice del FED.
Efectos de la crisis
La crisis ha tenido un origen financiero y lo que "exportará" EE. UU.
a nuestro país, no será la misma crisis. Nuestro sistema es bastante
sólido como para involucrarse en una vorágine de este tipo. A nuestras
costas llegarán los efectos que ella genere en ese país y en el resto
de países desarrollados, ya que somos una economía dependiente.
¿Cuáles son los que más nos afectarán? Principalmente tres: la
recesión, el incremento de las tasas de interés y la incertidumbre de
los capitales para invertir.
La primera ya está originando en los EE .UU., Japón y la UE un doble
efecto: por un lado, un decrecimiento en el consumo que afecta
nuestras exportaciones y por el otro, el aumento de las tasas de
desempleo, que en EE. UU. incide principalmente en los inmigrantes. El
sistema financiero de nuestro país ya ha alertado acerca de la
disminución en 600 millones de dólares de las remesas que los peruanos
en el exterior remiten a nuestro país y que anualmente alcanzaban los
3 500 millones.
La tasa de interés en los EE. UU. ha bajado un punto, pero, a pesar de
esto, ella se sitúa por encima del 4%, porcentaje bastante alto
respecto del 1% que originó la crisis. Esta tasa dificultará los
préstamos interbancarios, de los que nuestros bancos también obtienen
recursos.
Finalmente, mientras la incertidumbre ronde en el mercado de
capitales, lo más probable será que las inversiones disminuyan sus
flujos.
Plan Anticrisis
Por lo tanto, ha hecho muy bien el Gobierno en diseñar un Plan
Anticrisis cuya fortaleza son los 10 mil millones de soles adicionales
al Presupuesto que el presidente García ha puesto como motor de la
inversión interna en infraestructura. Lo mismo ha hecho China con
cifras mucho más altas. La cumbre APEC recomendó la misma receta:
inversión ante la crisis.
Lamentablemente, las críticas a dicho plan han sido pobres, mezquinas
e ideologizadas. El ex presidente Toledo, desnudando sus incipientes
conocimientos en economía, ha criticado que el presidente García
afirmara que estábamos blindados, concepto que no es acertado. ¿No es
mejor aplaudir una sana rectificación? Luego, coincidiendo con Humala
y Lourdes Flores Nano, ha hecho una serie de advertencias, más
populistas que técnicas. Sin embargo, ninguno de los tres dicen nada
frente a dos incógnitas que suscita el Plan: por un lado, no tiene
horizonte temporal; es decir, no se sabe cuánto durará, y por otro, no
se ha precisado cómo un remolón aparato del Estado se volverá lo
suficientemente ágil como para que ejecute, en los próximos seis
meses, por lo menos el 40% de lo que estipula el Plan. Sobre todo si
tenemos que hasta noviembre del 2008 el Ejecutivo solo había alcanzado
a gastar el 25% de su Presupuesto y las regiones, una cifra parecida.
¿Recesión?
Finalmente, el fantasma de la recesión ronda todas las economías del
planeta. Pero, ¿qué es recesión? Mientras que la Macroeconomía la
considera como un periodo de decrecimiento continuo del PBI durante
dos o más trimestres consecutivos, otra corriente teórica la
caracteriza como un periodo de tiempo mayor a doce meses durante el
cual el porcentaje de crecimiento del PBI de una economía es negativo
¿Están pasando por este periodo EE. UU., Japón y la UE? Según el FMI,
la economía peruana crecerá el 2009 a una tasa del 5% respecto al PBI,
disminuyendo aproximadamente cuatro puntos porcentuales respecto al
2008. Aún así, será la más fuerte, dinámica y solvente de la región.
Es por esta razón que, a despecho de caviares y marxistas, agoreros de
desgracias del capitalismo y el neoliberalismo; nuestra economía tiene
remotas posibilidades de entrar en recesión.
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MARCO ANTONIO ARRUNATEGUI CEVALLOS
DIRECTOR & ANALISTA POLITICO
REVISTA - JUSTO MEDIO
www.justomedio.com