Hace cien años, las CUMBRES ECONOMICAS aún eran impensables, tanto porque los mercados no tenían apremios, como porque los capitales no habían aprendido a volar. La aplicación de mayor tecnología en el proceso productivo generó una mayor PRODUCTIVIDAD. Así, afanosamente, los excedentes de bienes y servicios fueron en búsqueda de mercados.
La REVOLUCIÓN INDUSTRIAL hizo posible ese milagro multiplicador. Ante este avance, las potencias que habían cerrado sus fronteras a la entrada y salida de bienes (como INGLATERRA en el caso de la lana) se pusieron a la vanguardia de una política "aperturista" y presionaron a los más débiles, impidiendo que siguieran el modelo impenetrable que tan bien les había servido para desarrollarse.
Este concepto, que para Noam CHOMSKY es la "Tercera Revolución Existencial en la Historia del Hombre", sirvió de base para explicar la expansión mundial del capital.
Sin embargo, a pesar de insistir en que otros países apliquen el MERCADO LIBRE a sus economías, los países desarrollados –como EE.UU.– nunca lo han practicado. No se equivoca el historiador de la Economía PAUL BAIROCH cuando afirma que "la escuela moderna del pensamiento proteccionista nació en los EE.UU.".
Estamos, entonces, ante una doble TRAMPA MUNDIAL. No podemos cerrar nuestras fronteras, como lo hicieron los que hoy son países desarrollados, pero tampoco podemos proteger nuestra producción, a pesar de que ellos lo siguen haciendo.
Desde 1960, las MEDIDAS PROTECCIONISTAS implementadas por los países ricos han sido el factor principal que ha aumentado la distancia que los separa de los pobres, hasta hacerla infranqueable.
Es probable que no podamos contener el avance de la GLOBALIZACIÓN, ya que se ha convertido en una megatendencia. Sin embargo, NO HAY QUE TEMERLE –como dice OSKAR LA FONTAINE–; por el contrario, debemos aprender a sacarle el máximo provecho. Si tenemos que abrir nuestras fronteras, hagámoslo con sagacidad.
Para lograrlo, previamente debemos preguntarnos: ¿ESTAMOS PREPARADOS? Y luego, cómo y en qué debemos prepararnos.
Abrir nuestros mercados significa COMPETIR. Y la primera competencia debe ser por la CAPTACIÓN DE INVERSIONES. A pesar de que estar a merced de los capitales foráneos nos hace vulnerables, no tenemos alternativas. Nuestro ahorro interno es casi inexistente respecto a nuestras necesidades.
Para atrapar capitales requerimos de un manejo responsable de nuestra economía. Felizmente, después de la experiencia traumática de la década del ochenta, hemos activado mecanismos de control que conceden un menor margen a la improvisación y el populismo.
Sin embargo, atraparlos también requiere que nuestro PODER JUDICIAL sea PREDICTIBLE, condición de la que aún adolece. Es por este motivo que hemos venido reclamando, con insistencia, que el Congreso se aboque a la tarea más importante de este siglo: la REFORMA DEL ESTADO.
Por otro lado, así como debemos crear las condiciones para ATRAPAR INVERSIONES, no debemos conceder ventajas que atenten contra nuestros intereses. Los trabajos de bajo costo o los escasos –e incluso inexistentes– requisitos sociales y medioambientales no deben estar jamás en la agenda de las negociaciones. Ya concedió el Estado privilegios tributarios durante la etapa de la SUBVERSIÓN. Hoy no existe justificación alguna para volverlos a conceder.
Ningún sentimentalismo inútil debe hacernos olvidar que los EMPRESARIOS no invierten por amor a la patria, sino por amor a sus beneficios. Debemos reconocer, igualmente, que las empresas transnacionales perseguirán siempre la maximización de sus beneficios. Esto no es condenable. Lo condenable es que la consigan en detrimento del país y los trabajadores.
El LIBRE COMERCIO, sin un ordenamiento adecuado, encierra el peligro de una carrera internacional por la disminución de costos y, como consecuencia, una pugna destructiva por la competitividad.
Atrapar capitales, entonces, es el primer desafío. El segundo es llegar a ser COMPETITIVO. Existen dos maneras de perseguir la anhelada COMPETITIVIDAD, dice JUAN FRANCISCO SECO: "La primera es real, correcta. Esta se consigue mediante modificaciones efectivas del proceso productivo que incrementen la productividad a través de la investigación y el desarrollo. La segunda es ficticia, artificial. Se encamina, exclusivamente, a reducir COSTES, modificando el tipo de cambio, disminuyendo los salarios y las cotizaciones sociales, reduciendo los impuestos o incrementando las subvenciones."
Este es un espejo conocido. En él nos estamos viendo ante la complaciente mirada del Estado. Seamos competitivos por el incremento de nuestra PRODUCTIVIDAD. Este objetivo solo podrá cumplirse si el Estado invierte más del 0,5 por ciento del PBI, que hoy invierte en investigación y desarrollo; y las empresas, en vez de esperar dádivas mercantilistas del gobierno, se suman a esta cruzada e invierten siquiera el 3 por ciento de sus ganancias en crear más tecnología productiva. Así lo hacen en los países desarrollados.
Las CUMBRES ECONOMICAS que se realizarán en nuestro país tienen, entonces, una gran importancia. Auscultarán, in situ, las condiciones que existen para captar sus inversiones. Esas condiciones serán –como ya lo hemos dicho– la seriedad en el manejo macroeconómico y la predictibilidad del Poder Judicial.
El Estado, por su parte, debe dar claras muestras de que nuestra COMPETITIVIDAD no será ficticia y que su fundamento será la productividad, no la disminución de los costes. Tampoco puede existir alguna duda de que no estamos dispuestos a permitir que dañe impunemente nuestro medio ambiente. Y que, a pesar de que son condiciones asimétricas las que enmarcan nuestras relaciones, sabremos negociar con sagacidad las ventajas comparativas que tenemos.
Esa sagacidad solo se conseguirá si nos servimos de la ciencia de la GEOPOLÍTICA. Los avances de esta disciplina han demostrado cómo, a partir de la década del 80 del siglo pasado, se han venido conformando grandes espacios geoeconómicos en el mundo: el bloque norteamericano-canadiense, con la incorporación de México; el bloque de la Comunidad Europea, de cara al Atlántico; y el bloque asiático –cuyo heartland es JAPÓN–, de cara al Pacifico, océano en cuyas riberas tenemos más de 2 500 km de litoral.
Nuestra ubicación geofísica nos vincula, privilegiadamente, con TRES CUENCAS INTERNACIONALES. La del PACÍFICO nos relaciona con más de 60 Estados y 2 300 millones de consumidores con un alto percibo per cápita; la del ORINOCO nos relaciona con Venezuela, el Caribe y la costa este de EE.UU.; la del AMAZONAS, con Colombia, Brasil, Europa y África a través del río AMAZONAS. Debemos añadir nuestra presencia permanente en la Antártida. Es necesario que nuestros negociadores internacionales aprovechen estas ventajas.
Nuestra política exterior, siguiendo los postulados de la GEOPOLÍTICA, necesita comprender que, para poder insertarnos ventajosamente con los 3 bloques geoeconómicos existentes, PRIMERO se debe consolidar el bloque Sudamericano. Somos la puerta del PACÍFICO hacia el ATLÁNTICO con menores distancias al sudeste asiático, razón por la que resulta absurdo no tener PUERTOS COMPETITIVOS.
¿Cuál es la prioridad que el Estado peruano ha privilegiado respecto a las cuencas? Dada nuestra importancia en el comercio mundial, ¿por qué no fortalecemos el bloque sudamericano? Tenemos los recursos energéticos que necesitan nuestros vecinos; sin embargo, ¿estamos negociando con visión geoestratégica esos recursos? Tenemos más de cien PISOS ECOLÓGICOS, ¿estamos aprovechando este regalo de la naturaleza para diversificar nuestra producción agrícola?
Y por último, ¿no deberíamos potenciar nuestras relaciones económicas con RUSIA por razones de equilibrio comercial? Si realmente somos pragmáticos, ¿serán importantes las discusiones IDEOLÓGICAS respecto al Estado CHINO y a la INDIA? No importa de qué color sea el gato, con tal que cace ratones.
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MARCO ANTONIO ARRUNATEGUI CEVALLOS
DIRECTOR & ANALISTA POLITICO
REVISTA - JUSTO MEDIO
www.justomedio.com