Los políticos suelen hacer lo mismo. Con el agravante que inventan entelequias conceptuales que ni ellos mismos entienden, las que sometidas al filtro del sentido común, cobran vida de tanto ser repetidas.
La pobreza data de tiempos inmemoriales. No es un problema que haya aparecido hace dos siglos. Para enfrentarla, los gobiernos de todas las épocas trataron de explicar sus orígenes (causas) y diseñaron alternativas para disminuirla. Todos fracasaron en el intento.
Círculo vicioso
Con el advenimiento del presente siglo, se ha vuelto a iniciar el círculo vicioso. Y durante la última campaña electoral, se repitió hasta el cansancio que el origen de la pobreza es la exclusión y que para solucionarla hacia falta la inclusión social.
La poca ilustración que caracteriza a la mayoría de la clase política, le ha negado la posibilidad de percatarse, que la exclusión es un concepto que va más allá de la pobreza y que incluye la discriminación (de todo tipo) como el apartheid; y que el proceso inclusivo (socialmente hablando) es el esfuerzo que hace toda la sociedad (no solo el Estado) para integrar a la vida comunitaria a todos los miembros de la sociedad, independientemente de su origen, de su actividad, de su condición socio-económica o de su pensamiento. Sin embargo, se le relaciona más, con los sectores más humildes.
Probablemente, alguien dirá que tiene poca importancia, este tipo de precisiones. Que solo es un devaneo. Nosotros pensamos lo contrario. Creemos (como aconseja Descartes) que antes de abordar un problema, debemos comenzar por definirlo. De lo contrario se corre el riesgo (como está sucediendo actualmente) de orientar nuestros esfuerzos por la dirección incorrecta.
Queremos repetir (probablemente hasta el cansancio) que la pobreza (a la que estamos empeñados en combatir) es la incapacidad económica que tiene un ciudadano, para satisfacer sus necesidades básicas.
Las consecuencias de esta incapacidad son: la falta de educación, pobre alimentación, vivienda precaria, desatención de la salud, inseguridad y limitado acceso (en general) a los servicios básicos. Siendo esto así, repartirles alimentos vía PRONAA, entregarles ínfimas sumas de dinero o brindarles apoyos asistencialistas, solo alivian los efectos de la pobreza. No la combaten. El único esfuerzo eficaz, es la generación de empleo digno y bien remunerado. Como este es un esfuerzo de largo aliento, el estado tiene la obligación (en función de su finalidad), de aliviarles su precaria situación a través de los programas sociales (asistencialistas).
Veinte programas
sociales
No haber entendido este concepto básico, ha dado lugar (en todas las administraciones) a que el Estado haya medido sus logros en esta lucha, por la cantidad de personas asistidas, cuando debió ser lo contrario: cuantas personas asistidas dejaron de serlo al haber conseguido un empleo que le permita auto sostenerse.
Este Gobierno, ha reimpulsado más de veinte programas sociales, pero solo uno de ellos (con magros recursos y metas indefinidas) está orientado a generar trabajo.
En consecuencia, estamos entendiendo por inclusión, el esfuerzo de incorporar a más ciudadanos bajo la sombra del Estado, camino totalmente incorrecto. Nuevamente gastaremos miles de millones de soles para asistir; pero no para generar oportunidades.
Y eso es precisamente lo que no quiere la población: estirar la mano- quiere trabajar-
Tan distorsionado (y manoseado) está el término inclusión, que incluso viene siendo utilizado en el deporte, las manifestaciones artísticas y hasta en los negocios. Y es que los políticos (por impericia) han abdicado de su misión pedagógica.
En un extenso artículo, nos ocupamos primero, de la inclusión social, definiéndola y sugiriendo algunos cursos de acción para que por esta vía, pueda enfrentarse la pobreza con efectividad. Allí hicimos un resumen de los esfuerzos exitosos en América latina, respecto a los programas destinados a generar empleo e incentivar la incorporación de más ciudadanos a la actividad económica, a través de la pequeña y micro empresa. Para lo cual sugerimos que el Estado recupere su rol promotor.
Metas concretas
Esta inclusión social sugerimos, que debía ser medida en función de la PEA. El Estado debe fijarse metas concretas en cuanto a la proporción de ese segmento, que logra tener un empleo digno y bien remunerado. En ese sentido, nos parece acertado que el presidente Humala, apelando a su pragmatismo chino, haya definido como política de estado, el incremento de las inversiones privadas en el país, a despecho de los retardatarios izquierdistas, que ven en ellas el rostro del imperialismo.
Nos parecen muy inteligentes las expresiones de la flamante ministra del MIDIS, cuando dijo que el éxito de su gestión no se medirá en la cantidad de peruanos que se han incorporado a los programas sociales, sino en cuántos de ellos han logrado salir, al haber conseguido un trabajo. Ese es el sentido correcto. Reafirmamos entonces, que es necesario que en el breve plazo, se establezcan metas anuales en ese sentido.
Luego nos referimos a la inclusión económica. y decíamos que la economía del país es como un árbol, el mismo que tendrá más frutos, cuando más crezca la economía. Aquí surge un dilema. O el Estado los recoge y los reparte (asistencialismo) a los que lo necesitan o los adiestra a trepar el árbol y coger los frutos. Esta aptitud solo la da la educación. Esta ecuación ya ha sido probada en todos los países que han transitado del sub-desarrollo al desarrollo. El ejemplo más reciente es Polonia.
La aldea global es cada vez más competitiva. Ya no basta producir. es necesario hacerlo con más calidad y al menor precio. Esto solo se consigne a través del conocimiento. Pero el esfuerzo educativo del país, no solo debe traducirse en el incremento de los presupuestos del sector, sino en fijar políticas educativas de largo plazo, con metas concretas en ese horizonte temporal. Parece poco edificante que se haya destinado 18 millones de soles para elaborar una nueva currícula el 2012, la que reemplazaría a la que tiene un año de aprobada. Marchas y contramarchas.
Inclusión política
Finalmente, nos ocupamos en la última entrega, de la inclusión política. Y decíamos que gobernar es un esfuerzo conjunto de todos los ciudadanos. El pueblo es el único dueño del poder, parte del cual trasfiere al gobernante a través de las elecciones. Y éste, asume la atribución de tomar decisiones en su nombre. Siendo esto así, ¿por qué razón la población tendría que estar ausente en este proceso?
Añadimos, así mismo, un razonamiento lógico: si los funcionarios de confianza son alrededor de cinco mil, es obvio que el inmenso universo de peruanos que no tienen ese privilegio, alberga ciudadanos con superlativas capacidades para contribuir con el desarrollo del país. La participación ciudadana todavía es una tarea pendiente. Razón por la cual sugerimos que sea el diálogo social, el facilitador de esta tarea contributiva.
El diálogo social permite la articulación armoniosa de los ciudadanos con sus gobernantes. Sin embargo, es necesario organizarlo. Es por ello, que con sentido patriótico, estamos alentando el denominado "Colectivo País", que no es sino la suma voluntaria de personalidades de diversas calidades y cualidades, que sin distingos de credos, ni ideologías, desean dar su aporte patriótico.
Para ello, promoveremos la audiencia de las autoridades gubernamentales. En ninguna circunstancia y bajo ningún aspecto, osaremos atribuirnos funciones que la ciudadanía no nos ha conferido (como lo vienen alentando ciertos candaditos perdedores).
Creación fecunda
Será nuestro afán colaborar con ideas más que con críticas. Si de algo estamos seguros, es que el país debe ser creación fecunda de todos, no de unos pocos.
Terminamos reclamando dos esfuerzos que el país tiene como pasivos perniciosos: la tan necesaria reforma del estado (por la que venimos reclamando desde nuestra aparición) y la visión de futuro. Basta de complejo fundacional. Señor Presidente; haga el gran cambio. No permita que el Estado siga siendo nuestro principal obstáculo para el desarrollo. Y dele por fin un rumbo a los destinos del país. Establezca nuestros objetivos nacionales y haga del CEPLAN un organismo creíble. a ver si toma en cuenta el plan bicentenario, y para que ello suceda, nada más favorable, será darle la difusión nacional (resumida) que requiere.
La historia la escriben las mentes lúcidas. La improvisación, suele ser el borrador de nuestros nombres. Escoja.